Románico romántico (81). La letra (medieval), con paleografía entra.

Afirma fray José de Sigüenza en la Segunda parte de la historia de la orden de san Jerónimo (1600):

Puedo certificar con verdad, que en la casa del Parral de Segovia […] vi y leý buena parte de los escritos de un santo varón, llenos de mucha erudición […] y no eran menores en número que las obras de S. Agustín. Y después de algunos años de ausencia, quando bolví, de más de diez y seys o diez y siete volúmines hallé qual y qual. Desta suerte se ha perdido en muchas casas gran tesoro de trabajos. Como v[e]ían libros viejos, mal tratados, de aquella letra antigua, y (como los niños dizen) revesada, estimáronlos en poco, y perecieron en poder de muchachos.

No tenemos la suerte de saber a qué prolífico autor pertenecían los volúmenes a que se refería el monje jerónimo, que fueron pasto de novicios. Lo que parece claro es que se refería a códices (manuscritos) que, si ya no se podían leer en un monasterio como El Parral a finales del siglo xvi, no sería raro que estuviesen escritos en letra pregótica, y que por tanto no hubieran sido manuscritos en dicho centro, fundado en 1447, sino que llegaran a parar ahí habiendo sido producidos en otro lado.

Leer lo viejo, sin duda, fue un oficio, como lo es (todavía) ahora, y por ello se enseña paleografía. Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán en su Historia de Guatemala (1690) describe una de las tareas en que se afanó para documentarse:

No siendo el menor, ni menos prolijo que continuado trabajo, el de leer letra tan antigua y revesada, y muy deslucida con el tiempo y el agua y cieno del volcán que inundó la ciudad vieja; haciéndome considerar que, pasando más tiempo por ellos, se hará su inteligencia más difícil y aun imposible.

En la época romántica fue normal que libros de letra manuscrita se emplearan para el proceso de alfabetización de niñas y niños en las escuelas, al menos ya desde 1845, en que la editorial Paluzie publica el Arte epistolar Guía del artesano. Recogía la obra de Esteban Paluzie (1806-1873), y entre otras destaca un pequeño manual escolar aprobado en 1853, que conoció muchas ediciones hasta 1926. Se trataba de aplicaciones didácticas realizadas por un apasionado de la paleografía, y presentaba textos de cada época (siglos ixxix) en orden cronológico inverso pero no en facsímil, sino manuscritos de la mano del propio Paluzie imitando con pulcritud las distintas formas de escribir de cada época, que cambiaban a cada página. La necesidad obviamente venía de antiguo. Así, las Ordinacions del Consell de la Ciutat de Valencia, aprobadas en 1639, ya establecían entre las materias de examen lectura en romance y latín tanto en letra de imprenta como manuscrita.

Pero medio siglo después de su aparición tales manuales no convencían a algunos de los principales pedagogos, ni en el fondo ni en la forma. Así, Josep Dalmau se refería a ellos en el prólogo a El segundo manuscrito(1910), criticando precisamente este género de literatura didáctica, pues, según el ilustre pedagogo catalán, eran

[m]anuscritos con la única finalidad de que el niño se habitúe a descifrar caracteres revesados que solo hallamos en los polvorientos documentos que llenan los plúteos de archivos y bibliotecas, y Manuscritos epistolares […] ¿Habrá, por otra parte, asuntos menos instructivos y educativos, menos interesantes, más soporíferos, que los que constituyen el fondo de esas colecciones epistolares que llenan las páginas de casi todos los Manuscritos españoles? Difícilmente.

Caracteres (en)revesados, sin duda alguna, los de los manuscritos antiguos, más unos que otros en función de la cursividad, pulcritud del copista y naturaleza del documento. Si, como afirma el dicho, la letra con sangre entra, una auténtica hemorragia sería necesaria para hacer comprender la grafía de ciertas épocas, entre las que la románica (letra visigótica y carolina), por cierto, sale mejor parada que otras posteriores, como puede verse en la imagen adjunta. Menos mal que los paleógrafos nos ahorran el sufrimiento, y ofrecen los textos trasladados a comprensibles alfabetos de imprenta.

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